viernes, 23 de agosto de 2024

El caso Cumbres

Durante años he querido contar esta historia verdadera que finalmente saldrá a la luz en octubre bajo el sello Aguilar.

Pocos casos criminales del México reciente son tan conocidos y a la vez mal comprendidos, incluso distorsionados por los medios de comunicación y seudoinvestigadores de las redes, como el ataque de Diego Santoy a la familia Peña Coss, ocurrido el 2 de marzo de 2006, en la colonia Cumbres, de Monterrey.

Tras huir y ser capturado, Santoy admitió haber agredido a su exnovia Érika y asesinado a los hermanos de ella, Érik y María Fernanda, solo unos niños, además de secuestrar a Catalina, la empleada doméstica de la familia. Menos de un mes después, Santoy acusó a Érika de ser la asesina de los niños. Su segundo relato fue ampliamente aceptado e incluso produjo otras versiones que acabaron por enturbiar la verdad de forma perdurable.

Provisto de información extraviada o nunca asimilada y uniendo las piezas de la historia de forma minuciosa, Javier Munguía propone al lector de El caso Cumbres reexaminar los hechos bajo otra óptica y enfrentarse a un escenario inquietante: una sociedad que da la espalda a las víctimas y se convierte en uno más de sus verdugos.

lunes, 24 de junio de 2024

Presentaciones de Las cartas del Boom en 2024

Con Paulo Alvarado y Dalina Flores en la UANLeer (Monterrey, marzo 2024)


Con María Luisa Sosa en la FILMAQ (Querétaro, junio 2024)

martes, 31 de octubre de 2023

Mis firmas del Boom

 2004: Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes en Gringo viejo.




2004: Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera.



2005: Mario Vargas Llosa en Conversación en La Catedral.



2023: Mario Vargas Llosa en Las cartas del Boom.


viernes, 3 de marzo de 2023

--Cuatro --dijo el Jaguar.


«La obra de García Márquez es incomprensible sin la de Cortázar, y la de Cortázar es incomprensible sin la de Vargas Llosa, y se establece toda una red que corresponde a algo muy real. Porque yo sé que cada uno de nosotros es muy consciente de lo que están haciendo los demás».

Carlos Fuentes, 1968

«Este libro reúne, por primera vez, la correspondencia entre los cuatro principales novelistas del Boom latinoamericano: Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa. Los dos últimos recibieron el Premio Nobel, y los dos primeros lo merecían; a nadie hubiera sorprendido que lo obtuvieran. Esta conversación entre cuatro amigos brillantes y exitosos nos ofrece un acceso sin precedentes a sus relaciones personales y colectivas, con todos sus encuentros y desencuentros, y nos abre una ventana privilegiada a la literatura y la política latinoamericanas, especialmente durante un periodo crucial de su historia moderna, entre 1959 y 1975.

»Las cartas del Boom narra el momento de máximo auge de este cuarteto, en el que los creadores parecían empezar a escribir menos solos para tocar en conjunto como parte de una misma literatura, y ahonda en ese reconocimiento y esa regeneración de un pasado en común.

»Encontrar cuatro grandes escritores en un contexto histórico casi sin paralelo, comunicándose durante varios años para dialogar sobre novela, literatura, historia latinoamericana, sus propias biografías y la dinámica de sus ideas dentro de ese contexto, es absolutamente único. Las páginas de este libro cuentan esa historia».

Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos

[Adenda: este blog administrado por Carlos Aguirre y en constante actualización ofrece materiales complementarios al libro].

lunes, 3 de agosto de 2020

Testimonio de entusiasmo

Medio siglo con Borges, el nuevo libro de ensayos de Mario Vargas Llosa, no es un libro nuevo en dos sentidos: primero, porque los textos que lo conforman se habían divulgado ya en la prensa, en el programa de televisión que Vargas Llosa condujo en los 80, en otro de sus volúmenes de ensayos o en sus compilaciones de artículos; segundo, porque el mismo libro, con el mismo título y pocas diferencias, apareció en francés en 2004 bajo el sello Edicions de l’Herne y aun tuvo una segunda edición en 2010.

Primera y segunda edición de Un demi-siècle avec Borges.

No se entiende que Alfaguara no advierta al lector de estos antecedentes, a pesar de que el prólogo del libro está fechado en 2004, dato desconcertante sin su contexto.

Además de ese prólogo y la bibliografía, las ediciones francesas abrazan seis escritos: la primera entrevista de Vargas Llosa a Borges, un artículo sobre la segunda, tres ensayos y la reseña de un libro dedicado a Borges: Paper Tigers. The Ideal Fictions of Jorge Luis Borges (1978), de John Sturrock. Con buen juicio, la versión de Alfaguara suprime esta reseña, que no habla de Borges sino de forma indirecta, del modo en que lo hacen los artículos "Borges y los piqueteros", de 2008, y "Farsa elogiosa repugnante", de 2009, ausentes ambos en las tres ediciones, igual que "Foreword by Mario Vargas Llosa", de A Dictionary of Borges (1990), de Evelyn Fishburn y Psiche Hugues. Con más dudoso acierto, incorpora un fragmento del ensayo El viaje a la ficción en el que Vargas Llosa contrasta la figura de Onetti con la de Borges y no hace sino reiterar las ideas sobre este último mejor desarrolladas en los ensayos incluidos. El gran Onetti parece metido con calzador en el volumen.

Alfaguara actualiza además lo escrito por el peruano sobre Borges con dos reseñas: una de 2011 se ocupa de Textos cautivos; otra de 2014, de Atlas. También presenta la transcripción de la segunda entrevista de Vargas Llosa al autor de "Funes el memorioso", concretada en 1981, en Buenos Aires, para el programa La Torre de Babel, de la que se puede ver un fragmento en este enlace. Aunque no se indica su origen en la bibliografía, es un buen aporte este, pues la entrevista grabada no está disponible hasta hoy. Pero la única novedad completa del libro es el poema que lo abre, "Borges o la casa de los juguetes", aunque su género está en duda: según el propio autor le dijo a Juan Cruz, "son líneas, no versos".

Acaso peco de melindroso si apunto que el índice del libro hace pensar que "Medio siglo con Borges", que funciona como prólogo y explicación del conjunto, es no la introducción sino una de las obras compiladas. El título tendría que haberse consignado en cursivas y separado del contenido central.


Apunto otros tres descuidos, no sin advertir que dos de ellos fueron señalados ya por José Luis García Martín en su reseña del libro: la primera entrevista a Borges está fechada en 1963 y no en 1964 (p. 22); en "Borges, político", se transfigura el segundo apellido del escritor Ezequiel Martínez Estrada en Estrella (p. 76), a pesar de que en el original, publicado en Letras Libres en 1999, no está el error; el fragmento de El viaje a la ficción se firma en 2018 y no en 2008 (p. 92).

Puede que sea ocioso cuestionar la calidad del poema de apertura si ni el propio autor lo considera tal. Basta decir que es un ejercicio de prosa cortada innecesario, no exento de imprecisiones, que procura resumir la biografía del homenajeado. No es decir mucho atribuirle a Borges los adjetivos "clásico", "genial", "inmortal" (p. 9). En esa misma página se lee, sin miedo al gerundio: "Documentando infamias ajenas / para una revista de señoras". Como se observa, Vargas Llosa alude al libro Historia universal de la infamia, cuyas narraciones habrían aparecido en El Hogar, revista "de señoras" en la que Borges colaboró. Pero los textos del libro no aparecieron ahí sino en la Revista Multicolor de los Sábados. El error parece atribuible a una revisión apresurada del autor de su reseña de Textos cautivos, en la que se lee: "En los años en que colabora en El Hogar Borges publica ya un libro importante, Historia universal de la infamia" (p. 95). Y lo de achacar a Borges una obsesión con la religión, ¿no es demasiado para quien dijo de la teología que era una rama de la literatura fantástica?

Fuera de los desaciertos reseñados y con la exclusión imaginaria, para intuir un tomito más redondo, del poema y el fragmento de El viaje a la ficción, es agradable que exista esta reunión de los trabajos principales de Vargas Llosa sobre Borges, dos de nuestros viejos y vigentes maestros. El agrado no se cancela: se matiza al leer o releer al hilo los textos y darse de bruces con "algunas pequitas, ciertas arruguitas".

Por ejemplo, la insistencia en lo poco que, en la presunción de Vargas Llosa, habría vivido Borges. En el poema se lee que "todo en la vida / verdadera / lo asustaba" (p. 11). En la segunda entrevista (1981), Vargas Llosa hace una apenas paráfrasis de lo dicho por Borges en el epílogo de El hacedor (1960): "Muchas cosas he leído y pocas he vivido". Borges le aclara que cuando escribió la frase tenía 30 años (la publicó a los 61) y que había acabado percatándose de que leer es también vivir (p. 38). Pese a la necesaria precisión, Vargas Llosa vuelve a la frase en "Las ficciones de Borges" (p. 61), "Borges en París (p. 72) y "El viaje en globo" (p. 103) para argumentar que el propio Borges consideraba haber vivido poco.

A menudo, Vargas Llosa idealiza a Borges y su obra: si apenas iniciado el libro nos informa, como ya se vio, que es "genial e inmortal" (p. 9), luego nos habla de la "perfección" con que construía sus historias (p. 47), de que su concisión y su precisión "son absolutas" (p. 52), de que en su mundo las ideas se expresan "con una pureza y un rigor extremados" (p. 54) y de que "cada uno de sus cuentos es una joya artística" (p. 58). Parecería que en la mirada vargasllosiana todo lo salido de la pluma de Borges tiene el mismo nivel de excelencia, con lo que daría igual leer Ficciones que La memoria de Shakespeare, El hacedor que El oro de los tigres, Otras inquisiciones que Evaristo Carriego

El autor de La Fiesta del Chivo sugiere que Borges era avezado en teología, filosofía y lingüística y otras materias, ya que su cultura "era inmensa" (p. 60).  En contraste, la escritora Estela Canto, amiga y objeto del interés romántico de Borges, expone en su libro Borges a contraluz algunas limitaciones como lector de quien le dedicara "El Aleph" y agrega, contundente: "No era un erudito. Era un hombre de gustos definidos, a veces atrabiliario, siempre original". En Vargas Llosa, en cambio, no hay lugar para estos matices. El único reparo que se permite hacer no es de orden estético: Borges infrarrepresentaría al negro, al indio, al primitivo (p. 64).

Otro rasgo no muy simpático del libro es el empeño del autor de perpetuar el consabido lugar común de un Borges frío y cerebral: "... cuentos / insólitos, / perfectos, cerebrales / y fríos" (p. 10), "el más intelectual y abstracto de nuestros escritores (p. 55), "el glacial racionalismo de su prosa, que jamás se abandona a lo efectista, a lo emotivo" (p. 57), "un mundo de conceptos y espejismos intelectuales, desasido de (...) las pasiones" (p. 88). Por otro lado, menciona a Borges como un escritor "tan sensible" y reconoce que en sus cuentos hay "sangre y violencia", aunque distanciadas por su "fina ironía" (p. 57). Supongo que cree elogiarlo cuando dice que en su obra, el horror físico tiene una cualidad de "realidad desrealizada" (p. 57) y cuando afirma que el "filtro borgiano" parece "no quintaescenciar la vida sino abolirla" (p. 63).

De nuevo, la idea de que "la vida" es todo lo apartado del orden literario, intelectual; pero cuando Borges habla de cuchillos y de sangre, ¿tampoco daría la impresión de hablar de la vida sino de abolirla? ¿Se puede afirmar con seriedad que, por ejemplo, relatos como "El Aleph" o "Emma Zunz", poemas como "El remordimiento" o "Poema de los dones", ensayos como "Nueva refutación del tiempo" o "La última sonrisa de Beatriz" carecen de emoción? ¿No parte Vargas Llosa de una falsa oposición entre lo intelectual y lo emocional?

En su segunda entrevista con Borges, Vargas Llosa peca de inelegante al decirle a su entrevistado que vive "como un monje" (p. 38), que su casa es de una "enorme austeridad" y que su cuarto parece "la celda de un trapense" ( p. 39). Aun cuando Borges responde que el lujo le parece una vulgaridad, Vargas Llosa insiste: "... la modesta casa en la que usted vive", "el austerísimo dormitorio que es el suyo" (p. 40). En la nota sobre la entrevista, el peruano señala que "los muebles son pocos, están raídos y la humedad ha impreso ojeras oscuras en las paredes. Hay una gotera", "su dormitorio parece una celda" ( p.23). Sorprende que en su conversación con Ricardo A. Setti, publicada en 1986, Vargas Llosa parezca no comprender que su falta de tacto haya ofendido, con razón, a Borges. Luego de consignar que Octavio Paz le contó que Borges estaba resentido por lo que escribió, agrega: "Y lo único que pudo haberlo molestado es eso, porque yo no he hecho más que elogios en todos los planos".

El episodio está consignado en la entrada del 19 de junio de 1981 del Borges de Bioy Casares: a Borges lo habría visitado un "periodista peruano, un hombre muy modesto", que estaba furioso y protestaba por la humildad del departamento y quien, de puro modesto, no se habría atrevido a moverse y así evitar empaparse con la gotera del techo.

Otros apuntes: dice Vargas Llosa que Borges no era prisionero de "los barrotes de una tradición nacional, como puede serlo a menudo el escritor europeo" (p. 49). Suena desacertado, hasta ofensivo, y no se argumenta al respecto. En la segunda entrevista, Vargas Llosa reprocha a Borges una presunta cita suya sobre la novela: "Desvarío empobrecedor el de querer escribir novelas" (p. 32); la cita en realidad es otra y el propio Vargas Llosa la consigna en "Las ficciones de Borges": "Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros" (p. 55). También en ese ensayo, primero Alfonso Reyes es, en oposición a Borges, ejemplo del escritor "numeroso" a la hora de escribir ( p. 53) y en la siguiente página fue maestro de Borges en ser "claro y directo" ( p. 54). Atlas habría sido escrito en colaboración con María Kodama según "El viaje en globo", mientras que en el siguiente párrafo se aclara su papel de fotógrafa (p. 101).

¿Qué queda luego de las pequitas? No un volumen que analice a fondo la obra de Borges, que permita reconocer sus etapas, sus distintos registros, sino, sobre todo, un testimonio de entusiasmo y gratitud. Como suele ocurrir, puede que el libro hable menos de Borges que de Vargas Llosa.

*Medio siglo con Borges, Mario Vargas Llosa, México, Alfaguara, 108 páginas.

Textos de Mario Vargas Llosa sobre Jorge Luis Borges

* “Preguntas a Borges”. Entrevista.
Expreso, Lima, 29 de noviembre de 1964.
Un demi-siecle avec Borges, París, L’Herne, 2004.
Piedra de toque I, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2012.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

* “El novelista y sus demonios”. Capítulo de García Márquez. Historia de un deicidio, Barcelona, Barral Editores, 1971. Vargas Llosa revisa las influencias literarias de García Márquez, entre las que está Borges.

* “El deicidio borgiano”. Reseña de Paper Tigers. The Ideal Fictions of Jorge Luis Borges (1978), de John Sturrock.
The Times Literary Supplement, Londres, 28 de abril de 1978, bajo el título “A Reality Against Reality”.
Un demi-siecle avec Borges, París, L’Herne, 2004.
Piedra de toque I, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2012.

* “Borges en su casa”. Artículo.
Caretas, Lima, no. 655, 6 de julio de 1981.
Piedra de toque I, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2012.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

* “Borges en su casa: una entrevista” (1981). Transcripción de la entrevista televisada en el programa La Torre de Babel. 
Medio siglo con Borges, Alfaguara, 2020.

* “Las ficciones de Borges”. Conferencia. 1987. Traducida al inglés como “The fictions of Borges”.
Spanish and portuguese distinguished lecture series, no 5. University of Colorado at Boulder (Departament of Spanish and Portuguese), Boulder, 1988, pp. 69-78.
In Memory of Borges, Londres, Constable, 1988.
Contra viento y marea III, Barcelona, Seix Barral, 1990.
A Writer’s Reality, New York, Syracuse University Press, 1991.
El amante de América Latina, Barcelona, Paidós, 2005, bajo el título “Releyendo a Borges en 1978”.
Sables y utopías, Madrid, Aguilar, 2009.
Piedra de toque II, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2012.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.
La realidad de un escritor, Madrid, Triacastela, 2020.

* “Foreword by Mario Vargas Llosa”. Prólogo.
A Dictionary of Borges, de Evelyn Fishburn y Psiche Hugues (editores), Londres, Duckworth, 1990, 1ra. edición, p. IX. 
También aparecido como “Borges, erudito” en Un diccionario de Borges.

* “Borges en París”. Artículo. Piedra de toque.
El País, Madrid, 6 de junio de 1999.
Caretas, Lima, 10 de junio de 1999.
Piedra de toque II, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2012.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

* “Borges, político”. Ensayo a propósito de la publicación de Borges en Sur (1999).
"Extemporáneos", Letras Libres, año I, no. 11, Ciudad de México, noviembre de 1999.
Mario Vargas Llosa. Vida que es palabra, 2003 (en francés), 2006 (en español).
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

* “Medio siglo con Borges”. Prólogo.
Un demi-siecle avec Borges, París, L ‘Herne, 2004.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

* “Borges y los piqueteros”. Artículo. Piedra de toque.
El País, Madrid, 6 de abril de 2008.
El Comercio, Lima, 4 de abril de 2008.
Piedra de toque III, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2012.

* “Farsa elogiosa repugnante”. Artículo. Piedra de toque. Sobre el intento de repatriar los restos de Borges a Argentina.
El País, Madrid, 22 de febrero de 2009.
Piedra de toque III, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2012. 

* “Onetti y Borges”. Segmento de El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti, Madrid, Alfaguara, 2008.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

* “Borges entre señoras”. Piedra de toque. Reseña de Textos cautivos (1986).
El País, Madrid, 14 de agosto de 2011.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

* “El viaje en globo”. Piedra de toque. Reseña de Atlas (1984).
El País, Madrid, 5 de octubre de 2014.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

* “Borges o la casa de los juguetes”. Poema.
Medio siglo con Borges, Barcelona, Alfaguara, 2020.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Un Némirovksy menor

Catorce libros en doce años, el saldo del admirable rescate que Salamandra ha emprendido de la obra de Irène Némirovsky. No es la primera editorial en publicar a Némirovsky en el ámbito hispanoparlante (antes lo hicieron Mario Muchnik y Noguer, quizá otras), pero sí la pionera en recuperar de manera integral su obra. Si hasta 2016 las redimidas del olvido por el sello son todas novelas, este 2017 nos ha deparado una compilación de quince relatos difundidos primero en revistas, entre 1934 y 1940, y reunidos como libro póstumo en 2000, bajo el título de uno de ellos: Domingo.De origen judío, Némirovsky nació en Ucrania, a la sombra de una madre negligente y frívola, y de un padre acaudalado y ludópata a quien amaba, pero de quien no recibía atención. La Revolución rusa obligó a la familia a exiliarse primero en Finlandia (dos cuentos de Domingo abrevan de esa experiencia), luego en Suecia y por último en Francia, cuya lengua Irène adoptó como propia y donde escribió todos sus libros, se casó, fue madre de dos hijas y, a sus 39 años, resultó víctima del régimen colaboracionista de Vichy, que la entregó a los nazis. Murió en Auschwitz, el 17 de agosto de 1942, dejando tras de sí una obra imponente, de exquisita sobriedad y afilada perspicacia.Su fama se avivó y extendió en 2004, con la publicación de su novela inconclusa Suite francesa. Salamandra apostó por su traducción al español en 2005 y desde entonces no ha habido año sin la alegría de por lo menos un “nuevo” Némirovsky, entre rescates y un par de inéditos. En mi ensayo “La escritura como revancha” hay una versión más extensa de esta semblanza.Entre los quince relatos de Domingo prefiero tres: “La confidente”, “El espectador” y “El señor Rose”. Una conversación entre un viudo reciente y la mejor amiga de su esposa vertebra el primero. Revelaciones bien urdidas de por medio, el viudo termina por conocer amargas verdades sobre la fallecida y confesarse a sí mismo los no sospechados motivos de su amor. La epifanía se torna inquietante e interroga también al lector.El segundo y tercer relato forman una suerte de díptico que podríamos llamar “los impasibles”. Sus protagonistas recuerdan a algunos personajes de Suite francesa: de buena posición económica, sin congojas mayores, sus vidas terminan trastornadas por la guerra. Ambos relatos fueron escritos a la luz de la persecución que Némirovsky y su familia padecieron en la Francia de Vichy por su origen judío, aun habiéndose convertido al catolicismo. Ambos ponen a sus privilegiados protagonistas en situaciones desesperadas que les infunden empatía.El resto de los cuentos me ha parecido menos interesante. Comento algunos: Aíno” y “El conjuro” funcionan más como reminiscencias de la infancia de la autora que como ficciones autónomas. La paradoja de “Un hombre honrado” -un ladrón que no perdona el robo- es acaso muy obvia. “El desconocido” es una parábola antibélica poco verosímil. Hay algo de impostado en la oposición belleza-fealdad de “El incendio” y la perspectiva del narrador no es la más acertada. Las mezquindades al interior de una familia, asunto que Némirovsky ha abordado con genio en varias novelas suyas, es el centro de "Lazos de sangre",  que no consigue, sin embargo, la profundidad y la contundencia esperadas. En "Domingo" se oponen las ilusiones de una jovencita a los desengaños de su madre. Se muestra aquí el duelo entre madre e hija que anima algunas de las mejores novelas de Irène (El baile, El vino de la soledad, Jezabel), pero el tratamiento no es frontal y el efecto es tibio. En “La Ogresa” hay una recreación en clave de humor, acertada pero modesta, de las madres que quieren paliar sus frustraciones a través de sus hijos.No olvido que Domingo no es un libro concebido como tal por Némirovsky, sino una selección de sus cuentos. Exceptuando los tres que mencioné primero, en los relatos compilados vemos la prosa límpida de la autora pero no su talento para construir personajes memorables ni su agudeza para ahondar en los vericuetos de las relaciones humanas. Domingo resulta una pieza menor en el contexto de esa obra.

viernes, 2 de junio de 2017

En defensa del «mensaje»

Hace unos días, mi hija Marcela y yo leímos el nuevo libro de Mónica B. Brozon: Sombras en el arcoíris. Va de una niña de diez años cuyo hermano de dieciséis vive el proceso de revelar a sus padres y a la gente de su entorno su homosexualidad. Si bien los primeros asumen la noticia mejor de lo que sus hijos esperaban, no es el caso de otros personajes, que juzgan con dureza lo que consideran una desviación. He ahí el meollo de la trama.
A menudo he leído las quejas de escritores, lectores y promotores de literatura infantil según las cuales esta debería estar libre de "mensajes". Suscribir tal solicitud implicaría limitarla a la mera recreación. La diversión en la literatura no tiene nada de condenable, pero la literatura, infantil o no, también puede ir y de hecho ha ido mucho más allá del esparcimiento.


El problema no son los mensajes (¿no se han posicionado los grandes escritores ante muy diversos asuntos en su libros?) sino la forma de presentarlos. Si esta es burda, si luce como un mero pretexto para aleccionar, el libro falla. No es el caso de este relato. Como en otros libros de Mónica B. Brozon, aquí no hay énfasis didácticos. Se presenta una historia y se deja que el lector saque sus conclusiones, sin que ello sea obstáculo para que el libro asuma entre líneas una postura a favor de una sociedad inclusiva, libre de discriminación, y en contra de la violencia en razón de la orientación sexual.

Uno de los aciertos de la trama, tan sencilla como intrigante, es que en ella los conflictos no se resuelven como por arte de magia, defecto en el que incurren no pocas historias dirigidas a los niños, lo que redunda en una recreación ingenua y deformada del mundo. En cambio, los lectores de Sombras en el arcoíris se enteran de que los prejuicios más arraigados no desaparecen de un plumazo: son huesos duros de roer; sesenta y dos páginas no son suficientes para aniquilarlos. Tampoco se les ahorra la cara más cruda de la homofobia, cuyas posibles trágicas consecuencias alcanzan a vislumbrarse en el relato.

Si algún pero hubiera que ponerle al libro, sería el de identificar el interés de un niño por los juegos y actividades consideradas propias de niñas con la homosexualidad. Entiendo que, aunque pueden coincidir, no necesariamente una cosa acompaña a la otra.

No concibo mejor forma de concienciarnos ante las taras anacrónicas más persistentes que a través de historias que las cuestionen. No la idea desnuda: la que vestida de historia y armada con las argucias de los buenos narradores seduce mejor. Así nos ha ocurrido a Marcela y a mí con Sombras en el arcoíris.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Retrato prejuiciado del booktuber


Recupero aquí mi respuesta al desdeñoso artículo de Ana Garralón sobre los booktubers publicado en 2014. Confieso que en el tiempo transcurrido quizá mi favorable opinión sobre estos animadores de la lectura ha quedado matizada. Pongo un ejemplo citado en mi texto: Fa Orozco. Dejé de seguir su canal cuando me di cuenta de que primaban en él no las reseñas o la discusión sobre libros, autores y aledaños, sino los "documenta tu vida", desafíos, reacciones a tráileres, acomodo de ejemplares según su color y demás asuntos un tanto frívolos y ajenos a mis intereses de lector. Incluso en videos de saludable divulgación literaria, como "¿A quién leo de los clásicos griegos?", noté desgano y descuido: no se habían investigado bien las fechas de aparición de los libros comentados; tan escaso era el respeto para el espectador que la línea en el tiempo para ubicar las obras se elaboró durante el video mismo, con letra cercana a lo ininteligible, en un cuaderno que se mostraba a la cámara. Lejos de causar vergüenza, estas negligencias provocaban la risa de la comentarista: así de segura se sentía, supongo, de la fidelidad de su público. Otros booktubers continúan convencidos de que reseñar es resumir el argumento de un libro.

Creo que, pese a ello, suscribo hoy día lo dicho en mi texto. La tarea de difusión de los videorreseñistas (aderazada, en los mejores casos, de perspicacia e ingenio) me sigue pareciendo valiosa. No apruebo que se meta en un mismo saco a toda una comunidad para descalificarla, sin matiz alguno. Tampoco, que se circunscriba la crítica a la labor de unos cuantos iniciados. 

He leído con disgusto, sorpresa y pena el artículo de Ana Garralón contra los booktubers o videorreseñistas de YouTube, "Retrato del reseñista adolescente", publicado en el número de septiembre de Letras Libres. Con disgusto, porque no puedo aprobar el desprecio prejuicioso contra toda una comunidad de lectores del cual hace gala el texto; con sorpresa, porque habría esperado un ataque así de otro tipo de crítico, no de una que se dedica al estudio de la tan a menudo menospreciada literatura infantil y juvenil; con pena, porque los términos del escrito cancelan toda posibilidad de un diálogo que podría haber sido muy fructífero entre Garralón y ese grupo de entusiastas de la lectura.

El dedicarse de manera profesional a estudiar la literatura orientada a niños y jóvenes implica combatir, de manera explícita o implícita, los prejuicios que la circundan: que es boba, que es mera didáctica, que es rudimentaria, que no merece atención crítica, que no tiene nada que ofrecer a los adultos. ¿Cómo entender, entonces, que quien con su trabajo despeja estos equívocos descalifique en bloque a una parte importante del público de su materia de estudio?

En otro de sus artículos, "El jardín secreto", Ana Garralón habla en estos términos de los niños lectores: "Lo que los niños valoraban y valoran aún hoy es la capacidad de los escritores para crear personajes, situaciones y aventuras en las que está presente un imaginario siempre inesperado y dispuesto a responder muchas preguntas, incluso las que no han formulado todavía". Estas inspiradas palabras pecan de cierta idealización, pero démoslas por buenas. ¿Cómo es que esos niños, de tan nobles intenciones lectoras, apenas entrada la adolescencia se vuelven homogéneos, limitados, superficiales y dejan de buscar respuesta a preguntas legítimas? ¿O es que una cámara y YouTube obran en ellos una transformación digna de Gregorio Samsa?

"Retrato del reseñista adolescente" está vertebrado por medio de una falsa oposición: críticos serios, severos, de ceño fruncido, temerosos de la reacción de los autores criticados, versus críticos juveniles irresponsables, despreocupados y ligeros que solo buscan el aplauso de sus espectadores. He aquí dos estereotipos. Como todos los estereotipos, estos no nos ayudan a comprender la realidad; más bien nos ofrecen un retrato engañoso aunque conveniente de ella: todo parece más sencillo de entender si lo dividimos en dos grupos uniformes enfrentados, carentes de individualidades. Seamos sensatos: ni todo es severidad y amplia solvencia de un lado ni todo es complacencia y frivolidad del otro.

Algunos de los reproches que Garralón hace a los booktubers no pueden tomarse muy en serio, pues adolecen de la ligereza que ella atribuye a sus criticados: censura que hablen de libros mientras entretienen y animan; que no tengan pudor en mezclar comentarios literarios con consejos de moda, salud y belleza; que se autodefinan como "heridos por la letra", "yonkis de la lectura", y se digan "enganchados" o "enganchadísimos" con tal o cual título; que presuntamente no pisen las librerías; que realicen juegos y adivinanzas para esparcimiento de su audiencia; que las habitaciones que sirven de fondo a sus videos luzcan paredes vacías o empapeladas con carteles de libros; que cuiden su imagen y que hagan cambios de maquillaje, peluquería y vestuario; que muestren dedicatorias de sus escritores favoritos y sus tatuajes inspirados en algún libro.

Disparadas en tono burlón, estas observaciones no tienen relación alguna con la capacidad de análisis de los bookstubers. Si en sus videos se esmeran en ser entretenidos y en emplear un lenguaje desenfadado, el que usan al hablar con sus amigos, ¿qué mejor prensa para la literatura? ¿Qué daño le hace ser comentada en un ámbito lúdico y atractivo en vez de promoverla como una actividad solemne, aburrida, ajena a las preocupaciones de los jóvenes? Ya varios de los aludidos se han encargado de desmentir que no visitan librerías. Pero si así fuera, ¿por qué habrían de avergonzarse de ello? ¿De qué privilegios gozan los lectores que compran en librerías sobre los que compran en internet? Yo soy de estos últimos, y no veo cómo este hecho me disminuye como lector. ¿Cuál es el escándalo porque algunos de estos muchachos hablen lo mismo de belleza o salud que de libros? ¿Persiste ese rancio afán de confinar la literatura en una torre de marfil, impoluta, y de que no se comunique nunca con el sucio mundo de acá abajo, del día a día? ¿No la aparta esa pretensión de sus potenciales lectores? ¿No busca la literatura dar una visión amplia del ser humano, que no excluye ningún ramo de nuestra experiencia? ¿Qué necesidad hay, pues, de ponerla en un pedestal inaccesible?

Pasemos a los reparos de mayor sustancia:

*Los booktubers confiesan haber sido poco lectores cuando empezaronNo logro entender qué tiene de censurable que algunos de los jóvenes que inician como comentaristas de sus lecturas en YouTube sean lectores recientes. Por lo que veo, el efecto de esos videos es con frecuencia un aumento en sus lecturas, pues compartirlas con otros e interactuar con los seguidores de sus canales les da incentivos para leer más y subir nuevos videos.

*Prácticamente todos hablan de los mismos libros. Les fascinan las sagas, la literatura cuanto más fantástica mejor. Solo hay que mirar sus estanterías para notar la uniformidad de sus gustos: tomos gruesos con lomos oscuros, muchos similares en cuanto temas, tramas, argumentos y estilos. Basta con ver con atención algunos de los videos en cuestión para saber que los clásicos también circulan entre estos jóvenes y que algunos son estudiantes o egresados de facultades de letrasEs cierto: las sagas y la literatura fantástica están entre sus opciones de lectura concurridas. ¿Es este un problema? ¿Algún signo de inmadurez? Si todos leyeran con admiración a Homero, a Cervantes, a Goethe, a Rabelais, ¿habría quien denunciara homogeneidad de lecturas? ¿O el disgusto se debe a que estos muchachos no leen lo que las "voces autorizadas" les prescriben sino lo que se recomiendan entre ellos y, básicamente, lo que les da la gana? Leer cualquier cosa, uno de los derechos imprescriptibles del lector según Daniel Pennac.

En otro de sus textos, Garralón nos da a conocer su aprecio por el trabajo de J. K RowlingPor ello, resulta muy desconcertante que meta en el mismo saco esos libros gordos, "juveniles", homogéneos en apariencia, que leen los jóvenes, un prejuicio muy socorrido para descalificar justo los libros de Rowling y de autores tan respetables como J. R. R. Tolkien, Philip Pullman y George R. R. Martin. Esto no puede ser sino una ofuscación tratándose de una experta en literatura infantil y juvenil como la articulista.

*Valoran en los libros tramas que enganchenUno de los mayores placeres de la lectura y la manera más natural de iniciarnos en ella es navegar por historias que capten nuestra atención y no nos dejen irnos. Provocar este efecto es, con mucha probabilidad, el deseo básico de cualquier narrador. Tal vez llegamos a libros que demandan mayor paciencia encaminados por aquellos que nos "enganchan". Bien nos recordaba un lector apasionado y voraz como Borges que la lectura ha de ser una forma de la felicidad.

*Si es un libro que se titula Héroes comentan que se trata de una “fantasía heroica”, o “va de dragones” si el título es Dragón. El supuesto "retrato del reseñista adolescente" se revela aquí como mera caricatura. Esos seres sin el más mínimo discernimiento que pinta Garralón han demostrado con sus respuestas escritas y filmadas al texto de su detractora una capacidad de reflexión muy superior a la que se les atribuye.

*Conceptos como el flujo de conciencia, el monólogo interior, la prosa retórica, la intertextualidad o el experimentalismo están fuera del radio de entendimiento de los booktubers. La autora se precia de conocerlos por El arte de la ficción, de David LodgeSuenan muy intimidantes estos términos, aderezados con el nombre de un autor que, intuimos, prestigia a quienes lo leen. Es esta una prueba clara de cómo actúa el elitismo. Quienes lo representan nunca revelarán, por miedo a perder su potestad, que esos mismos conceptos que presumen como arcanos de su ciencia son entendibles por cualquier inteligencia medianamente despierta si les quitamos los rótulos amenazadores. Monólogo interior, la representación literaria del fluir caótico del pensamiento de un personaje. Experimentalismo, las innovaciones formales en la literatura respecto de modelos anteriores. Intertextualidad, el diálogo que un texto literario sostiene con otros que lo preceden. Focalización, por poner un término que no menciona la articulista: un narrador en tercera persona se ubica para narrar en la perspectiva de un personaje.

La crítica literaria académica tal vez se pueda dar el lujo de usar conceptos como estos sin explicarlos, pues va dirigida a un público restringido que, se asume, los conoce, pero la crítica literaria periodística no está enfocada en especialistas, sino en un público general, amplio. ¿No es labor de quienes la ejercen escribir de manera que, sin sacrificar la profundidad cuando la obra en cuestión lo amerite, puedan ser entendidos por interlocutores con diversos rangos de experiencia lectora? Por ello resulta incomprensible que Ana Garralón recrimine a los booktubers, que no pretenden ser críticos profesionales, el no hablarle a su joven público en términos que les resultarían oscuros y que corresponden a estrategias narrativas que, me consta, algunos de ellos intuyen o reconocen bajo otros menos pomposos nombres.

"No somos críticos sino lectores" ha sido una respuesta usual de los booktubers a su pretendida retratista. Son, en efecto, lectores, pero no debe perderse de vista que no hay un crítico, sin importar su erudición o severidad, que no sea en lo fundamental un lector que con mayor o menor competencia analiza, valora y comparte sus lecturas, ejercicios que no son ajenos a estos jóvenes. Tal vez las suyas no seas las reseñas más elaboradas y precisas, pero en el esfuerzo de explicar sus gustos y disgustos literarios está el germen de la crítica. Su influencia y nivel de interacción, ademásparece indicar que los booktubers están sabiendo conectarse mejor con su público que los críticos literarios profesionales. Vale la pena preguntarse qué están haciendo bien.

Si no solo promueven la lectura sino que además practican, con limitaciones si se quiere, el ejercicio del criterio, ¿por qué ridiculizar la labor y los logros de estos muchachos en vez de reconocerlosEl escritor Juan Villoro ha hecho esto último"Me parece maravilloso que estos chicos se comuniquen a través de la computadora y que además hagan confluir en la experiencia otro invento maravilloso: el libro". Por su parte, el escritor y experto en promoción de la lectura Juan Domingo Argüelles ha sido aún más revelador: según declaraciones dadas a Excélsior, ve a los booktubers como mediadores literarios. Apunta Argüelles que sin que nadie les haya concedido esta legitimidad, porque no lo requieren, estos jóvenes "han conseguido ampliar el universo de lectores a partir de los ejercicios que están haciendo en redes sociales y un tipo de difusión literaria que sí ha prevalecido: el boca a boca". Dice Argüelles que, contrario a posturas dogmáticas que censuran las prácticas de estos jóvenes, le parece importante que asuman con gran vitalidad aquello que les gusta y les disgusta. Advierte que sería un error censurarlos porque "no están leyendo los clásicos que queramos que lean (...) Todos los lectores empiezan con aquello que les es accesible. Las prácticas de lectura deben ser evolutivas".

Es difícil no simpatizar con estos nuevos y muy eficaces promotores de la lectura por placerYo he encontrado en sus videos motivos de entusiasmo. Doy ejemplos para no hablar en el aire, con base en abstracciones miopes. En su canal de YouTubela egresada de literatura Abril G. Karera repasa y combate siete prejuicios en torno a la literatura infantil. En el suyo, la estudiante de literatura Fátima Orozco recomienda a sus lectores, además de obras destinadas al público juvenil, libros como Orgullo y prejuicio y Los miserablesCon más de 145 mil visitas, casi 1800 comentarios y 24 minutos de duración, uno de lo videos más exitosos de Orozco revisa los elementos simbólicos de Bajo la misma estrella, de John Green. No se habla de "intertextualidad", pero sí del mismo concepto como "referencia". Pese a algunos tropiezos e imprecisiones, este es un loable ejercicio de interpretación. Por su parte, el también escritor Javier Ruescas habla a sus espectadores de la construcción de escaletas y de personajesdel desarrollo de ideas. Otros no estudian letras ni son escritores, pero hablan de la gratuidad de cierta escena, de la perspectiva desde la que se narra, de lo inconsistente de tal o cual personaje. Aun quienes solo resumen el argumento y dan sus impresiones de un libro realizan un ejercicio divulgativo valioso. A fin de cuentas, la literatura es patrimonio de los lectores, no potestad de los críticos.