jueves, 7 de septiembre de 2017

Un Némirovksy menor

Catorce libros en doce años, el saldo del admirable rescate que Salamandra ha emprendido de la obra de Irène Némirovsky. No es la primera editorial en publicar a Némirovsky en el ámbito hispanoparlante (antes lo hicieron Mario Muchnik y Noguer, quizá otras), pero sí la pionera en recuperar de manera integral su obra. Si hasta 2016 las redimidas del olvido por el sello son todas novelas, este 2017 nos ha deparado una compilación de quince relatos difundidos primero en revistas, entre 1934 y 1940, y reunidos como libro póstumo en 2000, bajo el título de uno de ellos: Domingo.De origen judío, Némirovsky nació en Ucrania, a la sombra de una madre negligente y frívola, y de un padre acaudalado y ludópata a quien amaba, pero de quien no recibía atención. La Revolución rusa obligó a la familia a exiliarse primero en Finlandia (dos cuentos de Domingo abrevan de esa experiencia), luego en Suecia y por último en Francia, cuya lengua Irène adoptó como propia y donde escribió todos sus libros, se casó, fue madre de dos hijas y, a sus 39 años, resultó víctima del régimen colaboracionista de Vichy, que la entregó a los nazis. Murió en Auschwitz, el 17 de agosto de 1942, dejando tras de sí una obra imponente, de exquisita sobriedad y afilada perspicacia.Su fama se avivó y extendió en 2004, con la publicación de su novela inconclusa Suite francesa. Salamandra apostó por su traducción al español en 2005 y desde entonces no ha habido año sin la alegría de por lo menos un “nuevo” Némirovsky, entre rescates y un par de inéditos. En mi ensayo “La escritura como revancha” hay una versión más extensa de esta semblanza.Entre los quince relatos de Domingo prefiero tres: “La confidente”, “El espectador” y “El señor Rose”. Una conversación entre un viudo reciente y la mejor amiga de su esposa vertebra el primero. Revelaciones bien urdidas de por medio, el viudo termina por conocer amargas verdades sobre la fallecida y confesarse a sí mismo los no sospechados motivos de su amor. La epifanía se torna inquietante e interroga también al lector.El segundo y tercer relato forman una suerte de díptico que podríamos llamar “los impasibles”. Sus protagonistas recuerdan a algunos personajes de Suite francesa: de buena posición económica, sin congojas mayores, sus vidas terminan trastornadas por la guerra. Ambos relatos fueron escritos a la luz de la persecución que Némirovsky y su familia padecieron en la Francia de Vichy por su origen judío, aun habiéndose convertido al catolicismo. Ambos ponen a sus privilegiados protagonistas en situaciones desesperadas que les infunden empatía.El resto de los cuentos me ha parecido menos interesante. Comento algunos: Aíno” y “El conjuro” funcionan más como reminiscencias de la infancia de la autora que como ficciones autónomas. La paradoja de “Un hombre honrado” -un ladrón que no perdona el robo- es acaso muy obvia. “El desconocido” es una parábola antibélica poco verosímil. Hay algo de impostado en la oposición belleza-fealdad de “El incendio” y la perspectiva del narrador no es la más acertada. Las mezquindades al interior de una familia, asunto que Némirovsky ha abordado con genio en varias novelas suyas, es el centro de "Lazos de sangre",  que no consigue, sin embargo, la profundidad y la contundencia esperadas. En "Domingo" se oponen las ilusiones de una jovencita a los desengaños de su madre. Se muestra aquí el duelo entre madre e hija que anima algunas de las mejores novelas de Irène (El baile, El vino de la soledad, Jezabel), pero el tratamiento no es frontal y el efecto es tibio. En “La Ogresa” hay una recreación en clave de humor, acertada pero modesta, de las madres que quieren paliar sus frustraciones a través de sus hijos.No olvido que Domingo no es un libro concebido como tal por Némirovsky, sino una selección de sus cuentos. Exceptuando los tres que mencioné primero, en los relatos compilados vemos la prosa límpida de la autora pero no su talento para construir personajes memorables ni su agudeza para ahondar en los vericuetos de las relaciones humanas. Domingo resulta una pieza menor en el contexto de esa obra.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario