sábado, 27 de septiembre de 2014

Retrato prejuiciado del booktuber


Recupero aquí mi respuesta al desdeñoso artículo de Ana Garralón sobre los booktubers publicado en 2014. Confieso que en el tiempo transcurrido quizá mi favorable opinión sobre estos animadores de la lectura ha quedado matizada. Pongo un ejemplo citado en mi texto: Fa Orozco. Dejé de seguir su canal cuando me di cuenta de que primaban en él no las reseñas o la discusión sobre libros, autores y aledaños, sino los "documenta tu vida", desafíos, reacciones a tráileres, acomodo de ejemplares según su color y demás asuntos un tanto frívolos y ajenos a mis intereses de lector. Incluso en videos de saludable divulgación literaria, como "¿A quién leo de los clásicos griegos?", noté desgano y descuido: no se habían investigado bien las fechas de aparición de los libros comentados; tan escaso era el respeto para el espectador que la línea en el tiempo para ubicar las obras se elaboró durante el video mismo, con letra cercana a lo ininteligible, en un cuaderno que se mostraba a la cámara. Lejos de causar vergüenza, estas negligencias provocaban la risa de la comentarista: así de segura se sentía, supongo, de la fidelidad de su público. Otros booktubers continúan convencidos de que reseñar es resumir el argumento de un libro.

Creo que, pese a ello, suscribo hoy día lo dicho en mi texto. La tarea de difusión de los videorreseñistas (aderazada, en los mejores casos, de perspicacia e ingenio) me sigue pareciendo valiosa. No apruebo que se meta en un mismo saco a toda una comunidad para descalificarla, sin matiz alguno. Tampoco, que se circunscriba la crítica a la labor de unos cuantos iniciados. 

He leído con disgusto, sorpresa y pena el artículo de Ana Garralón contra los booktubers o videorreseñistas de YouTube, "Retrato del reseñista adolescente", publicado en el número de septiembre de Letras Libres. Con disgusto, porque no puedo aprobar el desprecio prejuicioso contra toda una comunidad de lectores del cual hace gala el texto; con sorpresa, porque habría esperado un ataque así de otro tipo de crítico, no de una que se dedica al estudio de la tan a menudo menospreciada literatura infantil y juvenil; con pena, porque los términos del escrito cancelan toda posibilidad de un diálogo que podría haber sido muy fructífero entre Garralón y ese grupo de entusiastas de la lectura.

El dedicarse de manera profesional a estudiar la literatura orientada a niños y jóvenes implica combatir, de manera explícita o implícita, los prejuicios que la circundan: que es boba, que es mera didáctica, que es rudimentaria, que no merece atención crítica, que no tiene nada que ofrecer a los adultos. ¿Cómo entender, entonces, que quien con su trabajo despeja estos equívocos descalifique en bloque a una parte importante del público de su materia de estudio?

En otro de sus artículos, "El jardín secreto", Ana Garralón habla en estos términos de los niños lectores: "Lo que los niños valoraban y valoran aún hoy es la capacidad de los escritores para crear personajes, situaciones y aventuras en las que está presente un imaginario siempre inesperado y dispuesto a responder muchas preguntas, incluso las que no han formulado todavía". Estas inspiradas palabras pecan de cierta idealización, pero démoslas por buenas. ¿Cómo es que esos niños, de tan nobles intenciones lectoras, apenas entrada la adolescencia se vuelven homogéneos, limitados, superficiales y dejan de buscar respuesta a preguntas legítimas? ¿O es que una cámara y YouTube obran en ellos una transformación digna de Gregorio Samsa?

"Retrato del reseñista adolescente" está vertebrado por medio de una falsa oposición: críticos serios, severos, de ceño fruncido, temerosos de la reacción de los autores criticados, versus críticos juveniles irresponsables, despreocupados y ligeros que solo buscan el aplauso de sus espectadores. He aquí dos estereotipos. Como todos los estereotipos, estos no nos ayudan a comprender la realidad; más bien nos ofrecen un retrato engañoso aunque conveniente de ella: todo parece más sencillo de entender si lo dividimos en dos grupos uniformes enfrentados, carentes de individualidades. Seamos sensatos: ni todo es severidad y amplia solvencia de un lado ni todo es complacencia y frivolidad del otro.

Algunos de los reproches que Garralón hace a los booktubers no pueden tomarse muy en serio, pues adolecen de la ligereza que ella atribuye a sus criticados: censura que hablen de libros mientras entretienen y animan; que no tengan pudor en mezclar comentarios literarios con consejos de moda, salud y belleza; que se autodefinan como "heridos por la letra", "yonkis de la lectura", y se digan "enganchados" o "enganchadísimos" con tal o cual título; que presuntamente no pisen las librerías; que realicen juegos y adivinanzas para esparcimiento de su audiencia; que las habitaciones que sirven de fondo a sus videos luzcan paredes vacías o empapeladas con carteles de libros; que cuiden su imagen y que hagan cambios de maquillaje, peluquería y vestuario; que muestren dedicatorias de sus escritores favoritos y sus tatuajes inspirados en algún libro.

Disparadas en tono burlón, estas observaciones no tienen relación alguna con la capacidad de análisis de los bookstubers. Si en sus videos se esmeran en ser entretenidos y en emplear un lenguaje desenfadado, el que usan al hablar con sus amigos, ¿qué mejor prensa para la literatura? ¿Qué daño le hace ser comentada en un ámbito lúdico y atractivo en vez de promoverla como una actividad solemne, aburrida, ajena a las preocupaciones de los jóvenes? Ya varios de los aludidos se han encargado de desmentir que no visitan librerías. Pero si así fuera, ¿por qué habrían de avergonzarse de ello? ¿De qué privilegios gozan los lectores que compran en librerías sobre los que compran en internet? Yo soy de estos últimos, y no veo cómo este hecho me disminuye como lector. ¿Cuál es el escándalo porque algunos de estos muchachos hablen lo mismo de belleza o salud que de libros? ¿Persiste ese rancio afán de confinar la literatura en una torre de marfil, impoluta, y de que no se comunique nunca con el sucio mundo de acá abajo, del día a día? ¿No la aparta esa pretensión de sus potenciales lectores? ¿No busca la literatura dar una visión amplia del ser humano, que no excluye ningún ramo de nuestra experiencia? ¿Qué necesidad hay, pues, de ponerla en un pedestal inaccesible?

Pasemos a los reparos de mayor sustancia:

*Los booktubers confiesan haber sido poco lectores cuando empezaronNo logro entender qué tiene de censurable que algunos de los jóvenes que inician como comentaristas de sus lecturas en YouTube sean lectores recientes. Por lo que veo, el efecto de esos videos es con frecuencia un aumento en sus lecturas, pues compartirlas con otros e interactuar con los seguidores de sus canales les da incentivos para leer más y subir nuevos videos.

*Prácticamente todos hablan de los mismos libros. Les fascinan las sagas, la literatura cuanto más fantástica mejor. Solo hay que mirar sus estanterías para notar la uniformidad de sus gustos: tomos gruesos con lomos oscuros, muchos similares en cuanto temas, tramas, argumentos y estilos. Basta con ver con atención algunos de los videos en cuestión para saber que los clásicos también circulan entre estos jóvenes y que algunos son estudiantes o egresados de facultades de letrasEs cierto: las sagas y la literatura fantástica están entre sus opciones de lectura concurridas. ¿Es este un problema? ¿Algún signo de inmadurez? Si todos leyeran con admiración a Homero, a Cervantes, a Goethe, a Rabelais, ¿habría quien denunciara homogeneidad de lecturas? ¿O el disgusto se debe a que estos muchachos no leen lo que las "voces autorizadas" les prescriben sino lo que se recomiendan entre ellos y, básicamente, lo que les da la gana? Leer cualquier cosa, uno de los derechos imprescriptibles del lector según Daniel Pennac.

En otro de sus textos, Garralón nos da a conocer su aprecio por el trabajo de J. K RowlingPor ello, resulta muy desconcertante que meta en el mismo saco esos libros gordos, "juveniles", homogéneos en apariencia, que leen los jóvenes, un prejuicio muy socorrido para descalificar justo los libros de Rowling y de autores tan respetables como J. R. R. Tolkien, Philip Pullman y George R. R. Martin. Esto no puede ser sino una ofuscación tratándose de una experta en literatura infantil y juvenil como la articulista.

*Valoran en los libros tramas que enganchenUno de los mayores placeres de la lectura y la manera más natural de iniciarnos en ella es navegar por historias que capten nuestra atención y no nos dejen irnos. Provocar este efecto es, con mucha probabilidad, el deseo básico de cualquier narrador. Tal vez llegamos a libros que demandan mayor paciencia encaminados por aquellos que nos "enganchan". Bien nos recordaba un lector apasionado y voraz como Borges que la lectura ha de ser una forma de la felicidad.

*Si es un libro que se titula Héroes comentan que se trata de una “fantasía heroica”, o “va de dragones” si el título es Dragón. El supuesto "retrato del reseñista adolescente" se revela aquí como mera caricatura. Esos seres sin el más mínimo discernimiento que pinta Garralón han demostrado con sus respuestas escritas y filmadas al texto de su detractora una capacidad de reflexión muy superior a la que se les atribuye.

*Conceptos como el flujo de conciencia, el monólogo interior, la prosa retórica, la intertextualidad o el experimentalismo están fuera del radio de entendimiento de los booktubers. La autora se precia de conocerlos por El arte de la ficción, de David LodgeSuenan muy intimidantes estos términos, aderezados con el nombre de un autor que, intuimos, prestigia a quienes lo leen. Es esta una prueba clara de cómo actúa el elitismo. Quienes lo representan nunca revelarán, por miedo a perder su potestad, que esos mismos conceptos que presumen como arcanos de su ciencia son entendibles por cualquier inteligencia medianamente despierta si les quitamos los rótulos amenazadores. Monólogo interior, la representación literaria del fluir caótico del pensamiento de un personaje. Experimentalismo, las innovaciones formales en la literatura respecto de modelos anteriores. Intertextualidad, el diálogo que un texto literario sostiene con otros que lo preceden. Focalización, por poner un término que no menciona la articulista: un narrador en tercera persona se ubica para narrar en la perspectiva de un personaje.

La crítica literaria académica tal vez se pueda dar el lujo de usar conceptos como estos sin explicarlos, pues va dirigida a un público restringido que, se asume, los conoce, pero la crítica literaria periodística no está enfocada en especialistas, sino en un público general, amplio. ¿No es labor de quienes la ejercen escribir de manera que, sin sacrificar la profundidad cuando la obra en cuestión lo amerite, puedan ser entendidos por interlocutores con diversos rangos de experiencia lectora? Por ello resulta incomprensible que Ana Garralón recrimine a los booktubers, que no pretenden ser críticos profesionales, el no hablarle a su joven público en términos que les resultarían oscuros y que corresponden a estrategias narrativas que, me consta, algunos de ellos intuyen o reconocen bajo otros menos pomposos nombres.

"No somos críticos sino lectores" ha sido una respuesta usual de los booktubers a su pretendida retratista. Son, en efecto, lectores, pero no debe perderse de vista que no hay un crítico, sin importar su erudición o severidad, que no sea en lo fundamental un lector que con mayor o menor competencia analiza, valora y comparte sus lecturas, ejercicios que no son ajenos a estos jóvenes. Tal vez las suyas no seas las reseñas más elaboradas y precisas, pero en el esfuerzo de explicar sus gustos y disgustos literarios está el germen de la crítica. Su influencia y nivel de interacción, ademásparece indicar que los booktubers están sabiendo conectarse mejor con su público que los críticos literarios profesionales. Vale la pena preguntarse qué están haciendo bien.

Si no solo promueven la lectura sino que además practican, con limitaciones si se quiere, el ejercicio del criterio, ¿por qué ridiculizar la labor y los logros de estos muchachos en vez de reconocerlosEl escritor Juan Villoro ha hecho esto último"Me parece maravilloso que estos chicos se comuniquen a través de la computadora y que además hagan confluir en la experiencia otro invento maravilloso: el libro". Por su parte, el escritor y experto en promoción de la lectura Juan Domingo Argüelles ha sido aún más revelador: según declaraciones dadas a Excélsior, ve a los booktubers como mediadores literarios. Apunta Argüelles que sin que nadie les haya concedido esta legitimidad, porque no lo requieren, estos jóvenes "han conseguido ampliar el universo de lectores a partir de los ejercicios que están haciendo en redes sociales y un tipo de difusión literaria que sí ha prevalecido: el boca a boca". Dice Argüelles que, contrario a posturas dogmáticas que censuran las prácticas de estos jóvenes, le parece importante que asuman con gran vitalidad aquello que les gusta y les disgusta. Advierte que sería un error censurarlos porque "no están leyendo los clásicos que queramos que lean (...) Todos los lectores empiezan con aquello que les es accesible. Las prácticas de lectura deben ser evolutivas".

Es difícil no simpatizar con estos nuevos y muy eficaces promotores de la lectura por placerYo he encontrado en sus videos motivos de entusiasmo. Doy ejemplos para no hablar en el aire, con base en abstracciones miopes. En su canal de YouTubela egresada de literatura Abril G. Karera repasa y combate siete prejuicios en torno a la literatura infantil. En el suyo, la estudiante de literatura Fátima Orozco recomienda a sus lectores, además de obras destinadas al público juvenil, libros como Orgullo y prejuicio y Los miserablesCon más de 145 mil visitas, casi 1800 comentarios y 24 minutos de duración, uno de lo videos más exitosos de Orozco revisa los elementos simbólicos de Bajo la misma estrella, de John Green. No se habla de "intertextualidad", pero sí del mismo concepto como "referencia". Pese a algunos tropiezos e imprecisiones, este es un loable ejercicio de interpretación. Por su parte, el también escritor Javier Ruescas habla a sus espectadores de la construcción de escaletas y de personajesdel desarrollo de ideas. Otros no estudian letras ni son escritores, pero hablan de la gratuidad de cierta escena, de la perspectiva desde la que se narra, de lo inconsistente de tal o cual personaje. Aun quienes solo resumen el argumento y dan sus impresiones de un libro realizan un ejercicio divulgativo valioso. A fin de cuentas, la literatura es patrimonio de los lectores, no potestad de los críticos.

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