miércoles, 3 de marzo de 2010

Entrevista a Antonio Malpica

Se vale todo menos aburrir


Tengo entendido que estudiaste una ingeniería en Computación. ¿Cómo fue que decidiste cambiar las computadoras por los libros? Antes de decidirlo, ¿no habías pensado en dedicarte exclusivamente a la escritura?

Primero, Javier, vale la pena decirte que gracias a la orientación vocacional que obtuve en la prepa, a la hora de escoger carrera mi cabeza parecía el cruce Reforma Insurgentes en un día de lluvia, sin semáforos y con marcha del SNTE. Escogí los sistemas porque en ese momento me daba lo mismo ser ingeniero que banquero o pastelero. Nomás que la ingeniería parecía un poco más interesante que otras cosas. Y no acabé siendo médico nomás gracias a un volado, esa es la verdad. Incluso en Bachilleres estudié la especialidad técnica de contaduría general (¿¿??), o sea que más perdido no se podía. Y la escritura llegó tarde a mi vida; tal vez por eso es que ni me pasó por la cabeza dedicarme a eso. Cuando descubrí que me hacía más feliz crear historias que sistemas fue cuando se me vino abajo el tinglado. Tuve mi gran revelación, sí, pero no fue como en las películas (“…abandonó su silla, hizo una mueca a su jefe, salió a la calle, se aflojó la corbata, imaginó su primera historia…”). En realidad, todo ha sido un proceso paulatino; hoy en día sigo peleándome con sentencias SQL y cables ethernet. Pero es cierto que hubo un momento (ojalá recordara el día, la hora, qué pasaban en la tele) en el que decidí que, como me salían mejor los cuentos que los procedures, valía la pena redirigir los cañones cuanto antes. Y ahí volví a nacer. Como dijo Billy Crystal al final de “When Harry met Sally”: cuando descubres que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, quieres que el resto de tu vida empiece a la de ya. Pues algo así.

¿Fuiste lector de niño? ¿Cuáles fueron los primeros libros que te marcaron?

Nones. No fui niño lector. Ya hasta lo reconocí públicamente alguna vez en un simposium. Las únicas lecturas que tuve de niño fueron las de los cuentos clásicos (que seguían perdiendo la batalla contra Don Gato y su pandilla), las historietas de Editorial Novaro y lo que venía en el libro de lecturas de español. ¿El primer libro que leí completo? La cabaña del tío Tom, en primero de secundaria. ¿Qué si me marcó? Ya lo creo. Me ayudó a convencerme de que la escuela era horrible. El álgebra y los relatos de negros azotados hasta la muerte eran sus mecanismos de terror. Afortunadamente, al Tío Tom siguió Macario y las cosas se compusieron un poco. Luego, Quo Vadis, Robinson Crusoe… y bueno, felizmente también el álgebra empezó a dárseme, así que abandoné la idea de huir para siempre con el circo. El primer libro que leí por mi cuenta fue Señor Dios, soy Anna, en unas vacaciones en Oaxtepec. Y claro, me rompió el corazón, pero el “sufrimiento” autoinfringido me dejó un regusto de satisfacción: había leído un libro entero por puro gusto. En segundo de secundaria descubrí a Salgari y a Verne, en la biblioteca de la escuela. Y a H.G. Wells. Y me encarrilé. Lecturas a solas en el receso de veinte minutos mientras otros jugaban burro tamaleado. Con todo, lo único que puedo decir de mis primeras lecturas es que me di cuenta de que me gustaba mucho leer. Tanto que era poco selectivo. Durante mucho tiempo me eché el Selecciones del Reader’s Digest de principio a fin (lo único disponible en casa, mis papás tampoco eran grandes lectores, ahora lo son un poco más). O los “Contenidos” viejos que tenían mis tías en su casa. Para mí, la lectura siempre fue –lo sigue siendo- un acto muy placentero. Poco leo con el ánimo de aprender o enterarme. Por eso casi no se me dan los periódicos o las revistas, los ensayos. Un día me di cuenta de que no retengo en la memoria los relatos sin un clímax. La poesía es cosa aparte, no sólo no me importa olvidarla con frecuencia sino que hasta me parece una especie de don, poder leer a Vallejo cada vez como si fuese le primera y… ¿en qué estábamos?

¿Tuvo que ver tu hermano y colega en tu gusto por la lectura? ¿Cuál es tu libro favorito entre los de Javier?

En mi gusto por la lectura no lo creo. En mi gusto por la escritura sí, definitivamente. Nadie se tragaría el cuento de que ambos ahora nos dedicamos a lo mismo por pura casualidad. (Aquí la voz infantil de tu tocayo, la que usaba cuando yo pedía el mismo sabor de helado que él: “¡Deja de copiarme, tonto!”). De hecho empezamos juntos. En la escritura, quiero decir. Ambos escribimos al alimón nuestra primera obra de teatro. Y de ahí nos descolgamos a todo lo demás. Mi libro favorito de Javier son dos: Clubes rivales, Una travesía imposible y Cosas que los adultos no pueden entender. O más bien tres, porque también están Akuika y Los trenes no paran en plenilunio.

¿Tu primer amor fue el teatro o la narrativa?

Laura. Ah, perdón. El teatro.

Tu primer libro fue Las mejores alas. ¿Cómo se gestó esta obra?

Estaba este concurso que hacía Ediciones Castillo en el que daban doce premios. ¡Doce premios! Parecía más difícil quedar fuera del pódium que adentro. Cuando Javier se enteró de este concurso, me habló y me dijo que tal vez valía la pena que yo le entrara, dado que ya estaba por expirar la convocatoria y yo siempre he sido bastante rápido en la tecleada (sí, soy uno de esos raros casos de escritores que usan los diez dedos para escribir, brrrr). Pues me puse a darle a mi primera novela para niños, con toda la convicción de estar haciendo una y mil tonterías. El libro, como bien sabes, empieza con el anuncio de que el protagonista ya está muerto, sólo que no lo sabe (más o menos la situación actual de Keith Richards pero bajo un puente del D.F.). Y eso sólo de entrada. Luego hay hasta robos y balazos. Cuando terminé me dije: esto no lo publica ni mi abuelita. Pero bueno, yo todavía tenía una idea de la literatura infantil medio Disney; el último libro para niños que seguramente había leído era Platero y yo. Pero oh sorpresa: le dieron un tercer lugar. Y ya más encanchado, me puse a leer a los colegas para ver por dónde mascaba la iguana. A M. B. Brozon, a quien ya conocía pero nunca había leído. A Francisco Hinojosa… etcétera. Y me di cuenta de que la caperucita también se suelta el pelo y se sube a la Kawasaki.

Buena parte de tus narraciones suelen ceñirse a una estructura dramática: el conflicto principal aparece pronto para despertar las expectativas de los lectores; luego se acrecienta hasta llegar al clímax y, al fin, sobreviene la resolución. ¿Qué tanto hay de técnica y qué tanto de intuición en la escritura de tus historias? ¿Hasta qué punto esta característica de tu narrativa es heredada del teatro?

Un poco de ambas: técnica e intuición. Recuerdo que hace poco quise escribir una historia para niños chiquitos (con toda franqueza, se me dificulta mucho escribir para series color pastel) y empecé tratando de hacer algo más o menos básico, sin grandes volteretas argumentales. Sí, chucha. Al rato ya estaba encima otra vez del carrito de feria. Subiendo la pendiente hacia el clímax. Y ya que lo preguntas, es completamente heredado del teatro. Tienes que enfrentarte al horror de una audiencia muerta de tedio para comprender que, o mantienes el interés, o estás pelas. No sólo en LIJ, sino en todo lo que se mueve en el tiempo (chance y hasta en las relaciones de pareja o las laborales, my god). Pero en teatro lo vives (aunque sea asomado a través de un hoyito en el telón) y no puedes hacerte guaje. Dice Jaime Chabaud que en teatro se vale todo, menos aburrir. Pues eso pero traspasado a los libros.

Muchas de tus novelas promueven valores positivos. Sin embargo, no parece haber en ellas la intención de adoctrinar al lector ni de que la historia sea un pretexto para dar una enseñanza, sino que esos valores se desprenden con naturalidad de la historia que cuentas, de modo que el lector no se siente manipulado por el autor. ¿Cómo logras esto? ¿Es buscado o se te da de forma natural?

Quién sabe. En muchos de los casos ni siquiera sé si lo logro. Eso de “la promoción de valores positivos” es como para que más de un autor me haga jeta –yo mismo, pueque-, porque la literatura infantil tendría que ser y ya, sin utilitarismos que la hagan caer en el mismo estante que el catecismo o el libro de Ética y Moral volumen 2 (*escalofrío*). No obstante… creo que todos, todos, todos (bueno, igual y no todos todos, chance Charles Manson y la Mataviejitas no, pero todos los demás sí) deseamos un mundo mejor. Y también creo que en buen grado de eso está hecha la literatura, desde Beowulf y el cantar de Roldán hasta Harry Potter 7 y La peor señora del mundo. De historias en donde ganan los buenos, el bien triunfa sobre el mal y el héroe se queda con la princesa. No que libros en donde el crimen sí paga no sean literatura, horror si afirmo tal cosa. Pero esa es otra literatura que por el momento no me chifla gran cosa, una que escriben otros autores seguro que hasta con más éxito de ventas que yo.

En la mayor parte de tus libros, si no es que en todos, hay humor, sobre todo humor de situación, emanado de las acciones de tus personajes, más que de su lenguaje. ¿Qué papel crees que juega el humor en tu obra?

Pues sí, un papel muy importante. Me metí a escribir porque me divierte. Y si me dejo de divertir, mejor me pongo a programar en Fortran 4 o en Algol. He tenido, sin embargo, la gran fortuna de divertir con lo que a mí me divierte. Y entretener con lo que me entretiene (no hay mucho humor en Siete esqueletos..., cierto, pero sí una buena dosis de entretenimiento). El mejor trabajo del mundo no es el de fotógrafo de Play Boy como muchos piensan. Es el que te hace sonreír todos los días.

Probablemente seas el autor de literatura infantil y juvenil más prolífico de México. ¿Cómo le haces para escribir tanto? ¿Tienes oportunidad de dedicarte solamente a escribir?

Házmela buena. Si me dedicara sólo a escribir tendría menos agruras por las noches y más tiempo para oler los rododendros durante el día, ja. En realidad no sé si escriba “tanto”. Tal vez doy esa impresión pero a lo mejor es sólo porque me doy pocos respiros; siempre estoy escribiendo algo. Siempre. Un poco “a la Stephen King” pero sin su éxito y sus millones. O sea, no es que escriba mucho sino, más bien, “permanentemente”. Claro, con sus pausas para ir al baño, dormir, leer, ver la tele, ir por las tortillas, jugar con el nene... pero siempre tengo una historia en fila. Es más un paso que dura que un trote que cansa, creo yo. Y luego también puede ser una falsa idea. Llevo escribiendo y publicando desde el 2001, así que ya se juntaron varios Malpicas en el librero. En una de esas y no son tantos.

La dedicatoria de Las mejores alas dice lo siguiente: “A mis hijos, cuando vengan”. ¿De qué forma te ha cambiado el ser papá?

Cierto. Esos "hijos" llegaron. Al menos uno. Y me puso la vida de cabeza. Absolutamente cierto. De pronto dejé de dormir, me empezó a angustiar la falta de lana, me horrorizó el inevitable deshielo de los polos. ¡Y los derrames petroleros! ¡Y lo poco que recicla la gente su basura! ¡Y...!Bueno, pero también me sorprendía más veces sonriendo como un imbécil sin razón aparente. Y me hice un experto cambiador de pañales. Y el rey de las cosquillas. Pero... ¿Como escritor? No lo sé. Sigo sin poder escribir libros de pocas letras y muchos monos. Y tristemente tuve que salirme de la casa, poner un estudio chiquito para poder trabajar, porque me di cuenta de que, cuando esa persona que adoras más que todo en el mundo no deja de pedirte que juegues con ella al Monstruo, la única salida para poder seguir llevando el pan a la casa es huir como los cobardes.

11. Además de leer y escribir, ¿cuáles son tus otras pasiones?

La música. Tocarla y oírla. El teatro, también por los dos lados. El cine. El whisky de malta en la proporción adecuada y con la compañía correcta. La poesía en voz alta. El futbol, pero no todo. El subgénero bien dosificado: CF, misterio, terror, no necesariamente en ese orden. Coincidir con un colega y no hablar para nada de libros. Mi familia (last but not least).

¿Te gusta viajar? ¿Qué países conoces y cuáles desearías conocer?

Me gusta viajar pero no me enloquece viajar solo. Conozco pocos países y mal: algo de Gringolandia, Francia, España y El Salvador. Y me gustaría conocerlos todos bien (hasta Guambilúa), aunque empezando por México. (¿Por qué <denuncia velada> siempre que lo invitan a uno a una feria acaba conociendo (y mal) sólo el hotel, la Alameda (o donde sea que se monte la feria), el restaurante de los vales y el aeropuerto? </denuncia velada>)

¿A cuál de los escritores que admiras te gustaría entrevistar y qué le preguntarías? Si yo te hiciera esa misma pregunta, ¿qué me responderías?

Me gustaría entrevistar a Rulfo. Le preguntaría... maestro, ahora que tiene la eternidad entera para usted solo, ¿está escribiendo al fin algo con poca ropa y muchas milpas para La Sonrisa Vertical? Ja. En realidad me gustaría entrevistar a la Rowling. Le preguntaría si baila en calzones frente al espejo cuando nadie la ve. Y si tú me preguntaras eso, te respondería que vayas primero a preguntarle a la Rowling y luego a tu abuelita y dejes de estar fregando. Ora que, si de intereses literarios hablamos... no se me ocurre nada interesante. Igual y preguntarle a, no sé, a Stephen King si también lo despiertan sus personajes a las tres de la mañana con el recordatorio de que hay un monstruo que aniquilar o si puede de veras darles la espalda hasta la mañana siguiente. No que valga mucho la pena, pero ayudaría para demostrarle a Laura que es práctica común desmadejar tramas irresolubles a media noche con la lap sobre las rodillas.

Me gustaría que nos contaras de tu biblioteca. ¿Conservas todos los libros que lees? ¿Mezclas libros sin leer con los ya leídos? ¿Qué autores ocupan los estantes privilegiados?

Sí, conservo todos los libros que leo, excepto los que me prestan, que han sido muchos en mi vida. Soy célebre por esa espantosa infamia: devolver libros prestados. Mi biblioteca es un revoltijo, y además ni es tan vasta como yo quisiera. Hay libros leídos con libros a la espera y libros que jamás leeré (¿qué hace Jane Feather aquí, mujer, si se puede saber?) Y no, no hay estantes privilegiados. Son muebles bastante democráticos, en mi opinión. Incluso los Malpicas están regados por todos lados.

Si pudieras legarle a la posteridad uno solo de tus libros, uno que te resumiera como persona y que representara mejor tu propuesta literaria, ¿cuál elegirías?

Gulp. Qué pregunta tan fuerte, mi estimado. La voy a pensar y cuando llegue la posteridad te digo. Y hasta te mando un ejemplar.

Te haré una pregunta que le hice también a Andrés Acosta. Jesús G. Maestro, un profesor de literatura español, opina que la literatura infantil no existe. Aduce Maestro que la literatura, si es infantil, no es literatura, ya que ella supone un sistema de ideas complejas, inasequible a la inteligencia infantil, por más desarrollada que esta se encuentre. Agrega este personaje que la literatura infantil es un invento muy redituable de autores y editores. ¿Qué piensas de esto?

Pomposamente, te diría, parafraseando a Borges: "Yo no sé si hay literatura (infantil), pero yo sé que el barajar esa disciplina posible es una urgencia de mi ser". Y menos pomposamente, te diría: que como caca el señor. Es un enredijo semántico, ¿que no? No sé si hay literatura infantil pero hay libros para niños, que leen los niños y que hasta los tapan de la lluvia si los usan como paraguas en una noche de tormenta. Si a ese fenómeno el amigo le quiere decir literatura o mantecadas con cajeta es su muy respetable opinión. Yo digo que ya estamos aquí, los que la hacemos y disfrutamos y los que la ven de lejos y le ponen nombres, la niegan o le pintan bigotes.  Y eso no cambia en nada el color de la greña del Petit Prince o del Wimpy Kid.

¿Vive un buen momento la literatura infantil y juvenil en español?

Indeed.

¿Cuál es la mayor satisfacción que has recibido como escritor?

Que me entreviste Javier Munguía. Ja. Pero aparte de eso, cada vez que me entero que un niño se prendó de un libro mío al grado de no poderlo dejar hasta acabar con él (y no precisamente con un hacha). Ningún premio vale el que un niño (o un grupo de niños en una escuela) te diga que le super fascinó tu historia (y que eres un tonto si no escribes la segunda parte).

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